La semana pasada disfrutando de una rica taza de café me preguntaba si a una buena plática con amigos; a disfrutar de una deliciosa taza de café al inicio de nuestras actividades; al aroma a café de olla casero en una cocina; al calor que nos da en un húmedo día de invierno; al sonido de los granos de café moliéndose en una cafetería; a la agradable sensación de ir en el carro disfrutando un poco de café en un termo, o a “cerrar con broche de oro” una comida con un buen express, podría ponérsele precio.
Podría enumerar miles de situaciones y momentos en los que compartimos nuestra vida con el café, a fin de cuentas, nosotros lo invitamos a ser parte de nuestro día a día.
Esos pequeños momentos son en los que precisamente debemos pensar al pagar nuestra taza de café, o el café para nuestra casa, o el café para nuestro lugar de trabajo.
Es una tristeza que el café no tenga un precio justo y que algunas personas se quejen cuando el precio aumenta un poco.
Todo el trabajo que hay detrás de unos cuantos granos debe de ser bien gratificado, agradecido y valorado, los campesinos no tendrían porque preferir dejar morir sus plantas a cosechar unas buenas cerezas para tener un excelente grano de café, de una de las mejores regiones cafetaleras del mundo, porque simplemente les sale más barato dejarlas morir.
Por eso, la próxima vez que escuches que tienes que pagar un poco más por el café, ¡págalo con gusto! y sigue disfrutando de tu deliciosa y misteriosa bebida porque definitivamente si tuviéramos que pagar por los agradables momentos que se tejen alrededor de una taza de café quedaríamos en deuda.
Por:
Angélica González Guzmán
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